
Entrevista exclusiva: Daymé Arocena — “Mi música es un altar para la sanación y la resistencia”
- Diego Loyola Mx

- 2 may
- 3 Min. de lectura
Con una voz que retumba en el alma y un arte que nace desde lo ancestral, Daymé Arocena se ha convertido en una de las figuras más poderosas de la música afrocubana contemporánea. En su paso por México, conversamos con ella sobre la espiritualidad, la resistencia, la evolución de su sonido y la posibilidad de colaborar con artistas queer y disidentes de América Latina.

Tu música está profundamente conectada con la espiritualidad afrocubana. ¿Cómo influye tu herencia y tu espiritualidad en cada composición?
Mi música no existe sin mi espiritualidad. Soy hija de la religión yoruba y de una tradición que ha sido resistencia desde la raíz. Cada canto, cada tambor, cada melodía que sale de mí tiene el propósito de honrar a mis ancestros y de sanar, no solo a mí, sino a quien escuche.
¿Qué significa para ti representar la cultura afrocubana en escenarios internacionales?
Es una responsabilidad hermosa. No solo soy Daymé, soy una historia colectiva, una herencia viva. Cuando subo al escenario, lo hago por quienes fueron silenciados y por quienes aún luchan por ser vistos. Llevo a Cuba, a las mujeres negras, a mis orishas… en cada paso.
Tu sonido mezcla jazz, soul, música tradicional cubana y hasta electrónica. ¿Cómo encuentras ese equilibrio tan único?
—No lo pienso como una fórmula, lo siento como un impulso. La música tradicional es mi raíz, pero el jazz me enseñó a volar, la electrónica me conecta con lo contemporáneo, y el soul me permite llorar o gozar con el corazón. Todo eso soy yo, y cuando todo fluye desde lo auténtico, el equilibrio llega solo.

¿Qué has descubierto de ti misma como artista en esta nueva etapa musical?
He descubierto que ya no tengo miedo de mostrar todas mis capas. Antes creía que debía encajar, ahora sé que mi poder está en lo que me hace distinta. Estoy en una etapa más libre, más valiente y más conectada conmigo misma.
Muchas de tus canciones tocan temas de sanación, fuerza y comunidad. ¿Cuál dirías que es el mensaje central de tu arte hoy?
El mensaje es: no estás sola. Tu historia, tus heridas, tu fuerza… todo eso tiene un lugar. Cantar es mi forma de abrazar al otro, de recordar que incluso en el dolor hay belleza y que la comunidad es medicina.
En un mundo que a veces invisibiliza a las mujeres negras, ¿cómo usas tu voz como herramienta de resistencia y visibilidad?
Mi voz es mi machete. Canto con orgullo, con historia y con memoria. Ser una mujer negra en la música no es fácil, pero yo aprendí a no pedir permiso. Cuando canto, ocupo un espacio que nos pertenece por derecho, aunque nos lo hayan negado.

¿Alguna vez has pensado en colaborar con artistas queer o disidentes de Latinoamérica?
Claro que sí. Me emociona la idea. Las voces queer y disidentes están transformando el arte con valentía y verdad. Creo profundamente en el arte como un acto de libertad y me encantaría crear puentes con artistas que estén rompiendo esquemas desde sus identidades.
Si pudieras cantarle a tu yo de niña, ¿qué canción le dedicarías?
Le cantaría algo como “Todo va a estar bien”. Le diría que su negritud, su fuerza, sus lágrimas… todo eso va a florecer. Que no se calle, que no se esconda. Que su voz es necesaria.
¿Qué canción tuya sientes que es tu himno personal hoy?
Diría que “Homenaje”. Es una canción donde hablo con mis ancestros, donde reconozco de dónde vengo y hacia dónde quiero ir. Es una oración cantada, un himno a la identidad.





