
Cuando la transfobia se disfraza de morbo: el caso Sister Hong y la urgencia de no confundir identidad con engaño
- Juan Carlos RM
- 21 jul
- 2 Min. de lectura
Una historia ha sacudido redes sociales y medios de comunicación en China y más allá: la de “Sister Hong”, un caso que combina manipulación, delito sexual y una profunda incomprensión sobre las identidades trans. Sin embargo, lo que podría verse simplemente como un escándalo más, en realidad evidencia algo mucho más peligroso: cómo la transfobia se camufla detrás del morbo y la desinformación.

Jiao Moumou, un hombre cisgénero de 38 años, construyó durante años una falsa identidad femenina para atraer a otros hombres con la promesa de encuentros sexuales. Se hacía pasar por una “mujer madura y divorciada”, utilizando peluca, maquillaje, filtros, prótesis de busto e incluso modificando su voz. A cambio de estos encuentros, pedía artículos como despensas o electrodomésticos. Pero el verdadero objetivo era otro: grababa en secreto los encuentros sexuales y vendía el material en plataformas para adultos sin consentimiento.
Hoy enfrenta cargos por grabaciones ilegales, distribución de contenido íntimo, uso de dispositivos de espionaje y difusión no autorizada. Un caso grave por donde se le mire.

Pero lo más preocupante no solo son los delitos cometidos, sino el enfoque que ha tomado gran parte del discurso público. En vez de señalar con claridad la violencia sexual, muchos comentarios y notas se han centrado en la “vergüenza” de los hombres que no supieron que estaban con otro hombre, trivializando la gravedad del crimen y reforzando estereotipos transfóbicos.
Porque no: este caso no tiene nada que ver con ser una persona trans. Jiao Moumou nunca se identificó como mujer trans. Lo que hizo fue utilizar el “disfraz” de una identidad femenina para cometer crímenes, lo cual no representa de ninguna forma a las personas trans. Sin embargo, muchos han aprovechado el caso para revivir viejas narrativas que pintan a las mujeres trans como peligrosas, engañosas o risibles.

Esta violencia simbólica tiene consecuencias reales. Las mujeres trans ya enfrentan suficiente estigmatización como para que un delito como este sirva de excusa para alimentar más prejuicios.
Las personas trans no son un disfraz. No son un chiste. No son un engaño.
Lo verdaderamente peligroso es seguir propagando ese mensaje.