“La leona que sobrevive en mí”

Anoche me tocó cubrir la obra Las Leonas, una puesta en escena que reúne a cinco grandes actrices mexicanas en un formato íntimo, profundo y simbólico. Cada una de ellas representa a una “leona” con un elemento y una historia propia: la leona de fuego, de aire, de tierra… mujeres que han vivido batallas intensas, pérdidas, transformaciones.

Mientras avanzaba la obra, me sentía espectador más que participante. Escuchaba los monólogos, veía el talento sobre el escenario, pero no conectaba con ninguna de esas historias. Hasta que apareció ella: Victoria Ruffo. La última leona. La que cerraría el círculo.

Ruffo interpreta a una mujer que enfrenta el cáncer. Su entrada fue distinta, su energía también. Y entonces llegó la frase que me quebró: “Eres una leona sobreviviente”.

En ese instante, sentí cómo algo dentro de mí se movía. Fue como si esa frase hubiera sido lanzada directo a mi pecho, sin previo aviso. Casi se me escapa una lágrima, pero no por tristeza. Fue una mezcla de identificación, dolor contenido y también, de aceptación.

Porque aunque yo no enfrento el cáncer, vivo cada día con una batalla que muchos no ven: la esclerosis múltiple. Una enfermedad que avanza en silencio, que se mete en mi cuerpo y roba cosas sin preguntar: fuerza, movilidad, energía. Y aunque tengo momentos de plenitud, de alegría, de logros, también hay días en los que solo sobrevivo. Donde el dolor de la espasticidad me recuerda que el avance de la enfermedad no se detiene.

Justo ayer, antes de ir al teatro, tuve revisión de fisioterapia. Me dijeron que la EM sigue avanzando en mi lado izquierdo, ese que ya sé que está más dañado. Que probablemente no recupere lo que ya estoy perdiendo en el brazo. Que el dolor no es casualidad. Y aunque una parte de mí ya lo intuía, otra tenía la esperanza de que no fuera así.

Así que escuchar esa frase en boca de Ruffo, en ese contexto, fue como una respuesta emocional a todo lo que mi cuerpo y mi mente están viviendo. Me vi ahí, como esa leona. No perfecta, no invencible, pero sí fuerte en su fragilidad. Valiente a su modo. Y eso me hizo pensar en cuántas personas, como yo, estamos en constante lucha interna, haciendo lo posible por mantenernos de pie, por seguir creando, trabajando, amando… viviendo.

A veces no se trata de ganar la batalla. A veces simplemente se trata de no soltarla. De mirar al frente aunque duela. De reconocer que aunque el cuerpo cambie, el espíritu puede seguir rugiendo.

Anoche no solo cubrí una obra. Me vi reflejado en ella. Me recordé que sigo siendo un sobreviviente. Y que la leona que llevo dentro, aunque cansada, sigue peleando.